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Las quejas siguen, no porque somos
mañosos, sino porque la mentira es mala. Y cuando te mienten constantemente de que se ha hecho mucho, y se sabe que hay realidades indiscutibles que hay que solucionar y que por años no han sido solucionadas, entra en juego la crítica ardua, punzante, choriza: ésta es el único medio para la comprensión de una situación y para motivar la acción conciente.
Y la Universidad entra en este cuento de la mentira. ¿Universidad abierta a la comunidad? Claro, si lo pensamos en que no hay rejas a la entrada de la Alameda, es cierto. Pero basta invitar a nuestra gente para que se acerque a los libros de la Biblioteca Central. Ahí nos damos cuenta de que hay una barrera más fea que los torniquetes de metro en la entradita: existe una coartación al acceso de un tipo de conocimiento.
Seguí con este Apunte UACho...
Después de aquello, no hay que quejarse de que la educación de la población es mala, porque cuando a esta se le cierran las puertas del saber, obviamente que no se contribuye a que mejore su nivel educacional. Muy por el contrario, ¡se les espanta! El no ser cliente -estudiante-, te deja más lejos de los miles de años de conocimientos y visiones acumuladas en una biblioteca.
Pero además de encerrar “el conocimiento” en esta isla, encierran nuestras primeras deudas. La bienvenida que dan a los nuevos estudiantes es el compromiso del Pagaré de Arancel (con aranceles cada vez más altos), y con tentaciones cada vez más
elevadas, como los stand de ENTEL PCS, o las tarjetas Fallabella/Ripley, o las promociones del caritativo Santander, siempre presente en todos los bolsillos y billeteras en que se encuentra nuestra credencial (de valor formal $3.800, pero con valor de producción $1.500… extraña diferencia).
Así es como la Universidad se hace responsable de sus estudiantes, entregándoles “libertad” de elección ante los productos del mercado, pero restringiendo el paso en la biblioteca a quien no tiene la credencial Santander.
Las quejas siguen, no porque somos
mañosos, sino porque la mentira es mala. Y cuando te mienten constantemente de que se ha hecho mucho, y se sabe que hay realidades indiscutibles que hay que solucionar y que por años no han sido solucionadas, entra en juego la crítica ardua, punzante, choriza: ésta es el único medio para la comprensión de una situación y para motivar la acción conciente.
Y la Universidad entra en este cuento de la mentira. ¿Universidad abierta a la comunidad? Claro, si lo pensamos en que no hay rejas a la entrada de la Alameda, es cierto. Pero basta invitar a nuestra gente para que se acerque a los libros de la Biblioteca Central. Ahí nos damos cuenta de que hay una barrera más fea que los torniquetes de metro en la entradita: existe una coartación al acceso de un tipo de conocimiento.Seguí con este Apunte UACho...
Después de aquello, no hay que quejarse de que la educación de la población es mala, porque cuando a esta se le cierran las puertas del saber, obviamente que no se contribuye a que mejore su nivel educacional. Muy por el contrario, ¡se les espanta! El no ser cliente -estudiante-, te deja más lejos de los miles de años de conocimientos y visiones acumuladas en una biblioteca.
Pero además de encerrar “el conocimiento” en esta isla, encierran nuestras primeras deudas. La bienvenida que dan a los nuevos estudiantes es el compromiso del Pagaré de Arancel (con aranceles cada vez más altos), y con tentaciones cada vez más
elevadas, como los stand de ENTEL PCS, o las tarjetas Fallabella/Ripley, o las promociones del caritativo Santander, siempre presente en todos los bolsillos y billeteras en que se encuentra nuestra credencial (de valor formal $3.800, pero con valor de producción $1.500… extraña diferencia).Así es como la Universidad se hace responsable de sus estudiantes, entregándoles “libertad” de elección ante los productos del mercado, pero restringiendo el paso en la biblioteca a quien no tiene la credencial Santander.
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